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Elementos de la situación comunicativa: análisis del capítulo “coeficiente de fuga del objeto deseado”

En el último capítulo del libro, la voz en primera persona del personaje de Romano empieza un largo discurso en el que parece dialogar con un destinatario que no se manifiesta en ningún momento de este apartado de la obra.

La letra en cursiva indica – a diferencia de los otros capítulos del libro, donde un narrador en tercera persona, más novelístico, maneja la acción—que el personaje se está expresando a través de sus propias palabras, en primera persona, como una conversación, un diálogo de una charla. Así, por intermedio de los pensamientos de uno de los personajes de la obra, el estilo directo acerca el texto literario a la oralidad.

Sin embargo, advertimos rápidamente que el texto que estamos leyendo no es una mera transcripción –por una serie de elementos que ahora veremos—sino que la autora ha manipulado los elementos de la situación comunicativa creando un artificio que imita una conversación oral, pero que no cuenta con las mismas características.

De esta manera, analizaremos la última reflexión del personaje de Romano para observar los aspectos que han sido alterados en busca de un efecto: seguramente mostrarle al lector los pensamientos de un personaje de manera directa, sin filtros, con el propósito de que el lector obtenga más información que la proporcionada por las palabras de un narrador en tanto que consiga ilustrar el carácter y la expresión del personaje.

Empezando el repaso de los elementos de la situación comunicativa, trataremos el emisor y el enunciado. Este es el personaje de Romano, tal y como hemos dicho, manteniendo una conversación en la que solo él participa, hablando sobre el tema del libro, la muerte de Pumuky. La expresión de sus ideas está organizada de manera cuidadosamente desordenada, con giros constantes y cambios de temática repentinos: “Eran más bien como…, no sé…, juegos” o “A ver…Cuesta…Cuesta hablar…Fue una de las fiestas de Charlotte”, “Ya le digo, clavado”.

Con todo, el texto sí que mantiene una estructura temática interna, en relación a los temas de los que habla Romano, organizada, y la voz en primera persona empieza un tema cuando ha acabado con el otro, se van sucediendo, no como suele suceder en la oralidad, cuando los temas se entrecruzan y muchos quedan inacabados.

Tampoco es una transcripción, como parece, de una entrevista, puesto que la expresión oral, si bien si comparte las cualidades del desorden o la improvisación que el texto consigue plasmar, muestra muchas más vacilaciones, vueltas, silencios y desvíos en la sintaxis y la pronunciación de un discurso no elaborado, sino compuesto a medida que se produce.

Por todo esto, este tratamiento oral del discurso narrativo del personaje es tan solo una simulación. Cabe añadir que no encontramos rastro de ningún sentido fático necesario en cualquier conversación –sobre todo de esa duración—para que se mantenga el canal, ya que el destinatario no se pronuncia.

Siguiendo con el esquema comunicativo, llegamos al destinatario. Como ya hemos dicho, no participa del acto comunicativo, simplemente sabemos que está ahí, por las referencias a una segunda persona por parte del emisor (“Y se lo cuento a usted porque le ha tocado, porque a alguien se lo tengo que contar, joder, porque me está quemando por dentro…”, por ejemplo, o“Lo que le voy a contar ahora…”) no realiza preguntas ni condiciona el enunciado del emisor.

A parte de que las condiciones de la conversación oral corriente nos indique que no sería posible un diálogo así, porque no lo hay, y porque un destinatario se debe expresar con una función u otra; también sabemos por lo que dice el personaje en su speech que está escribiendo un libro sobre la muerte de Pumuky, amigo de Romano y protagonista de la novela, y está entrevistando a los amigos cercanos que conocieron al joven cantante. Y el formato de la intervención de Romano no corresponde al de una entrevista, sino al de un monólogo literario en el que el narrador desaparece para facilitar el conocimiento personaje-lector y proporcionar un nuevo punto de vista.

Asimismo, esta información nos es revelada intencionadamente en el último capítulo del libro, después de cuestionarnos durante toda la novela el papel o la identidad de ese destinatario en los capítulos de estilo directo y en cursiva. A modo de final, Romano nos desvela este misterio en las últimas páginas de la obra (“Usted escribe un libro y lo cierra…”) y así completamos de manera clara la relación social existente entre emisor(es) y destinatario.

En cuanto al contexto que comparten emisor y destinatario, no tenemos información acerca de él. Como sabemos que el marco espacio-temporal es decisivo en la conversación, y que condiciona el mensaje, suponemos que la autora ha eliminado o depurado estos elementos que distorsionarían la acción principal: no tenemos ningún interés en el espacio que comparten el emisor y el destinatario, no nos interesa ni su propio nombre.

Analizando las intenciones de emisor y receptor, percibimos que el destinatario estará examinado todas las informaciones que le van llegando –y esta es una función que el lector suplanta, acepta y desarrolla a medida que lee—y que su intención es la de extraer información del entorno de Pumuky.

Del mismo modo, el personaje de Romano podría tener varias intenciones: por un lado, pretende explicar la versión de los hechos; matizar cosas que los demás hayan dicho de él, o de hechos que él cree diferentes; expresar opiniones personales sobre lo que ha ocurrido, reafirmando su personalidad; demostrar conocimientos e inteligencia, quizá para señalarse como una persona principal en el contexto del grupo y la vida de Pumuky;…dependiendo de las intenciones que sospechemos a raíz de la información pragmática del discurso de Romano.

Una diferencia fundamental entre el capítulo del libro y la comunicación no literaria es que, además de tener dos intenciones (una por participante), como encontramos en cualquier conversación, también deberíamos contar con la intención de la autora: tanto lo que ha querido expresar en ese capítulo, como el impacto que tiene en el contexto del libro y qué ha pretendido explicar con todos esos acontecimientos.

En este caso, el análisis de las intenciones de la autora pertenecería a otra disciplina de cariz más literario, puesto que ese es ya un nivel superior al de la mera situación comunicativa, donde participan otros elementos en la relación entre la autora y su obra. En cambio, en una entrevista parte de la comunicación oral normal y corriente no encontraríamos esta voluntad superior que determina el hecho de la comunicación y que, en un análisis de la significación del texto, debemos tener en cuenta.

A modo de conclusión, hemos analizado los principales elementos comunicativos desarrollados en el último capítulo de la obra, y que podría ser extrapolable a todos los capítulos en cursiva del libro, compuesto de un estilo claramente directo. Pese a la similitud formal con el lenguaje no literario, hemos visto qué elementos modifican algunos aspectos en el texto literario, como  parte de una simulación textual, un artificio, de un discurso que realmente no existió tal y como se expone, sino como comunicación creada en función de unos intereses y unos objetivos artísticos.

Luis Alberto Moral Pérez

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